domingo, 20 de enero de 2008

VAGABUNDEOS DE UN BOLINGA. CAPITULO DECIMO CUARTO. EL CHIMICHURRI Y OTRAS CONSECUENCIAS DESASTROSAS (continuación 1)




Me quedé allí, con el motor apagado y las luces de posición puestas. Mientras miraba los goterones de agua deslizarse por el parabrisas me sentí afortunado por no haberme estampado contra algo (que no hubiera sido la primera vez, pa qué mentir).

Al rato arranqué y continué por mi senda, osea una nacional cualquiera, en busca de un ramal para apartarme para pasar la noche.

Seguía manando el chimichurri y sonaba
First We Take Manhattan en la radio. Unos kilómetros adelante un cartel anunciaba un desvío hacia una población con comida y hospedaje. Y, quién sabe porqué, me apetecía una cama y una buena cena.

Así pues, dicho y hecho. Para que darle mas vueltas. Habían unos cuantos coches aparcados cerca de la entrada sobre un terreno desigual de barro algo resbaloso.

El bar era el típico a la salida del pueblo, acogedor, pero sin lujos. Mesas y sillas de madera sobre un suelo de terrazo marrón oscuro de los años 70. Varios hombres departían en voz alta. Otros dos comían mirando el televisor. Un matrimonio con dos niños con pinta de estar de paso tomaban algo en otra mesa y al fondo de la barra una mujer parecía discutir sin demasiado acaloramiento con el barman.

Me senté. Otro camarero se me acerco. Pedí un plato de sopa de cocido, una rodaja de merluza a la romana con ensalada y un chato vino y le pregunte por las habitaciones, que si tenían libres. Me dijo que sí y me dispuse a disfrutar de los manjares.

Salieron al poco los hombres que charlaban en voz alta y entonces, aún a pesar de la televisión, llegó a mis oídos la semi discursión que mantenían el camarero y la chica.

Hablaban de barro, de zapatos, de teléfonos…y en estas que me da el pálpito. Levanto la cabeza del plato y miro a la mujer, castaña, treinta y alguno, muy mona. Fruncía el entrecejo y se miraba los pies que yo no alcanzaba a ver.

Supuse que el camarero era el novio tal vez. Y sup(us)e con una certeza que me entrecortaba el aliento que ella era la chica del teléfono. Supongo que fue su voz, aunque sonaba distinta.

La chica cogió el móvil y yo que tenía el mío sobre la mesa me di cuenta de que lo tenía apagado. A veces cuando lo llevo en el bolsillo se me apaga. La chica marcó un número y sostuvo el teléfono junto a su oreja sin llegar a hablar. Está apagado o fuera de cobertura, lei en la media voz de sus labios.

Me está llamando, me dije. Pero no lo encendí.

La miré con curiosidad. Me pareció una buena jaca para echar un polvo aunque no pensaba ni intentarlo claro.

Al postre, (tocino de cielo), la chica continuaba allí, echando un ojo a la tele, dando un sorbo a su refresco o su cubata, no sé, cruzando un par de palabras con el camarero que iba y venía en sus quehaceres,. El caso es que encendí mi teléfono, lo puse en modo oculto y marque el número de mi última llamada. El teléfono de la chica comenzó a sonar. Sin mover el mío de mi oreja aprete el botón rojo para interrumpir la llamada mientras ella apretaba el botón verde para contestar.

Yo hice que hablaba con alguien, ella preguntaba … “diga… diga ¿”... y luego “se ha cortado”, dirigiéndose al camata…. “no sale el número”….

Yo seguía haciendo como que hablaba sonriendo pero tamaña casualidad me arreó un sobresalto.

Después me pedí una copa pa parar el golpe.

(Continuará)

5 comentarios:

anonimo dijo...

No es mi teléfono y tampoco es que se le parezca. El nombre de la chica que aparece en la pantalla me lo he inventado, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia....

:D

Anónimo dijo...

Me logeé mal con las prisas y las pausas...

:(

Anónimo dijo...

Los hay con mas suerte y con menos. Estrellados y estrellas (incluso los hay con estrellas y otros que ven estrellas)como sabes.... a ver que pasa...

Anónimo dijo...

Y los que van de estrellas tambien haberlos hailos.

Lola dijo...

Parece que la voz de pelirroja al final era de castaña. ¿Hay voz de pelirroja? Bueno, no importa mucho. De tu relato, lo que más me gusta es que pone de relieve algo fascinante: la mayoría de las veces, lo mejor es lo que pasa en la ruta. Cualquier parecido con la realidad (vendrá la muerte y tendrá tus ojos) no es pura coincidencia.