jueves, 3 de enero de 2008

VAGABUNDEOS DE UN BOLINGA. CAPITULO OCTAVO. DIVAGANDO.





Hay veces que de tanta cordura se nos descabellan las ideas. Veces hay que resulta inapropiado lanzar letras contra el teclado vespertino. Ululan allá aves tan rotundas como la tarde, el crepúsculo, la incierta neblina que se calla, el arbusto, la brasa de la hoguera crepitando.

El recuerdo de mis mejores navidades se difumina allÍ donde el recuerdo pierde el contorno. Que me valga la redundancia. Recuerdo mesas cuadradas y manteles de los bordados a mano que casi nunca se usaban; y recuerdo peladillas; el olor a peladillas y piñones dulces tras la puerta del aparador. El popurrí de turrones en la bandeja plateada. Figuritas de cristal, campanitas de luces y el tenue chirrido de fondo constante del intermitente. Olor a asado, frío en la calle. Licores dulces para endulzar la velada.

Dejé atrás los carriles de farolas y me adentre en la nada. Me hice una chuletada de cordero (que ya está bien de miserias) . Hoy tengo vino del bueno. Daré un paseo y antes de las doce estaré durmiendo la continua pereza resacosa. Pero antes habré escrito ESTO mientras el vaho de mi alcohólico aliento contra los cristales enturbia el
plenilunio






en cuanto recobre el sentido y recuerde el password de mi blog lo publico.





(24 de Diciembre de 2007)






(En Nochevieja, salvo el menú, más de lo mismo)

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